BELÉN GARCÍA

Me llamo Belén García, supero los sesenta y esto último no me ha impedido hacer top-less con mi hija hasta ahora…

En los sesenta más de un tricornio me impidió disfrutar del sol sin la parte de arriba del bikini. Ahora, el del tricornio lleva bata blanca y ha convertido mi querida “dominga izquierda” en un lienzo picassiano de rojos y azules.

¿Dónde quedó aquella fina lencería de seda y encaje? ¿Qué ha sido de los glamurosos bodies de raso?. Ahora, son sustituidos por horrorosos sujetadores de algodón cien por cien, que harían las delicias de cualquier asidua a los gimnasios pero no de una servidora, que usa zapatillas de cuña y no entra a los quirófanos sin tener la absoluta certeza de que su frasquito de Opium descansa sobre la mesita, al lado del soporte para el suero.

Como si el mundo se hubiera vuelto del revés, el que hasta entonces había sido mi mejor aliado, se volvía el enemigo más temido. El espejo me devolvía el reflejo de un cuerpo desconocido que yo me negaba a aceptar. Fue aquí cuando entraron en juego todas ellas. Ahora me siento aún más arropada y sé que lo que yo siento lo ha sentido otra mujer antes, que hay alguien que ha cambiado  la cama de presoterapia por el escáner y las cabinas de estética y radiofrecuencia por las de radioterapia, cada una con sus preocupaciones y miedos, que Cristina nos ayuda a superar. Y cuando la tormenta acecha, los refuerzos acuden cargados de paraguas en forma de experiencias, consejos y palabras de aliento alrededor de un café o una caja de bombones.

Todavía no puedo volver a mis antiguas clases de yoga, pero en la Bruno Salvadori Lions Fundación, bailo “sevillanas adaptadas” todas las semanas y chicas, como no me atéis el brazo ¡¡ no sé de mi teta picassiana en cuanto empiece a sonar el rasgar de la guitarra!!